La noche de la tormenta
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Algo salió mal.
La noche de la tormenta
Mi hermana y yo teníamos la costumbre de tomarnos de las manos cuando había tormentas, solo así podíamos dormir tranquilas, pero un día eso tuvo que cambiar porque ella murió por un extraño accidente. Mi familia no volvió a ser la misma, ni siquiera nos deshicimos de sus pertenencias, todo lo dejamos intacto porque nos negábamos a su muerte. Las noches de tormenta eran las peores para mí, pues ya no tenía a quien tomarle la mano.
En el colegio tenía varias amigas y un día decidí invitar a Caroline, mi mejor amiga, para que se quedara en mi casa. Durante la tarde estuvimos jugando mucho y después de cenar, empezamos a contarnos historias de terror. Bien entrada la noche, ya no aguantábamos el miedo y el sueño y todo empeoró cuando la lluvia se hizo presente, cada vez era más fuerte y la luz estaba comenzando a fallar.
Nos acostamos a dormir con el frío calando nuestros huesos y el miedo inundando cada fibra de piel, sentíamos que nos miraban y no podíamos conciliar el sueño. Las camas estaban muy separadas, ella estaba en la de mi hermana y yo arropada desde los pies hasta la cabeza en la mía. Un trueno retumbó por el lugar y todo quedó en completa penumbra.
– Caroline, dame tu mano, por favor. – Le dije a mi amiga.
Al cabo unos segundos, sentí su fría mano tocar la mía. No me di cuenta cuando me quedé dormida, pero al menos ya no tenía miedo.
A la mañana siguiente, mi amiga y yo bajamos a desayunar como si nada y hablábamos de las cosas que pasaron la noche anterior. Justo cuando mencionamos que nos tomamos de la mano, mi madre intervino.
– No escuché que movieran las camas, estaban muy lejos como para que se llegaran siquiera a rozar. –
Intrigadas, fruncimos el ceño y nos dirigimos nuevamente a la habitación que en su momento compartí con mi hermana. Nos acotamos y simulamos que nos tomaríamos las manos como anoche. Quedamos totalmente impactadas cuando nos dimos cuenta de que mi madre tenía razón, las camas estaban al menos a metro y medio de distancia y era imposible que nos tocáramos. Alguien tomó nuestras manos durante la tormenta.
Cuando nos íbamos a levantar, algo volvió a acostarnos bruscamente, estiró nuestros brazos como antes y agarró la mano de Caroline y la mía. Nuestra vista se fue hacía lo que estaba en medio de ambas. Era mi hermana, con ojos blancos, piel fría y sonrisa alargada.
Tengo miedo hermanita.