La costilla de Adán: el ADN según Yahvé
Gracias a los avances científicos, hoy sabemos que todos los hombres descendemos de una única mujer —la «Eva mitocondrial»— y que el «salto evolutivo» de la humanidad se dio en un solo lugar y en un corto periodo de tiempo. Premisas que concuerdan perfectamente con las hipótesis más heterodoxas, según las cuales los Elohim —los «dioses» bíblicos en los que muchos ven simplemente extraterrestres— intervinieron de alguna forma drástica en el desarrollo de nuestra especie.
«Al principio creó Elohim los cielos y Tierra…». Como todo el mundo sabe, así empieza el primer versículo del Génesis, que es lo mismo que decir que así se inicia la Biblia o, mejor aún, empieza una buena traducción de la Biblia, basándose para ello en los textos hebreos originales y no en versiones griegas, latinas o de otros idiomas, donde se forma reiterada se empeñan en traducir este primer versículo como «Al principio creó Dios los cielos y la Tierra…».
Y precisamente por eso los textos bíblicos reproducidos en este artículo están fielmente recogidos de la versión crítica de la Biblia que hicieron Francisco Cantera y Manuel Iglesias (publicada en la B.A.C.) sobre los textos originales hebreos, arameos y griegos, reconocida como una de las mejores traducciones que existen actualmente en castellano.
No vamos a entrar en la cuestión semántica de que Elohim es una palabra que se refiere en realidad a los dioses (plural de Elohah, en hebreo), pues ya es sobradamente conocido. Sí nos referiremos, en cambio, a la creación del hombre o, mejor dicho, a la doble creación del ser humano por parte de los Elohim, aspecto éste que a muchos lectores les puede haber pasado desapercibido. No hay que acudir a interpretaciones esotéricas o simbólicas para darnos cuenta de eso.
Todos los lectores de la Biblia saben que la creación del mundo y de los seres vivos que lo habitan fue obra de siete laboriosos días, empezando por un «haya luz» y hubo luz, viendo Elohim que la luz era buena. Así continúa hasta que en el sexto día… dijo Elohim: «Hagamos al hombre a imagen nuestra, a nuestra semejanza, para que domine en los peces del mar y en las aves del cielo y en los ganados y en todas las bestias salvajes y en todos los reptiles que reptan sobre la Tierra».
Y acto seguido prosigue el texto: «Creó pues Elohim al hombre a imagen suya, a imagen de Elohim creóle, macho y hembra los creó» (Génesis 1, 27). Luego llega el día séptimo en que Elohim descansó «de toda la obra hecha» y se concluye diciendo: «Esta es la historia de los cielos y la Tierra en su creación» (Génesis 2, 4). Es decir, se nos está indicando que toda la creación ha llegado a su fin y que a partir de ese momento se va a hablar de otra cosa.
La segunda creación de Adán
Hasta aquí, sin problemas. Es el relato que con mayor o menor detalle conoce tanto quien ha leído la Biblia como quien lo ha escuchado de labios de un sacerdote en plena homilía. Pero quien haga un poco de memoria se dará cuenta de que falta algo. ¿No ha leído en alguna parte eso de que Adán fue hecho del polvo de la tierra…? ¿…y Eva?
Desde luego, el Génesis no es cronológico, porque unos cuantos versículos más adelante retoma la creación del hombre: «Entonces formó Yahvé Elohim al hombre (adam) del polvo del suelo (adamah) e, insuflando en sus narices aliento de vida, quedó constituido el hombre como alma viviente» (Génesis 2, 7). Y luego plantó un «vergel en Edén, al oriente» y allí le colocó, en un paraíso donde también están situados dos árboles emblemáticos: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Pero, por lo visto, Yahvé Elohim no las tenía todas consigo y dijo: «No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle una ayuda similar a él» (Génesis 2, 18) y tras mostrarle todos los animales del campo y todas las aves de los cielos (momento que aprovechó para ponerles nombres) decidió que no eran una ayuda similar a él y «así, pues, Yahvé Elohim infundió un sopor sobre el hombre, que se durmió; entonces le tomó una de las costillas, cerrando con carne su espacio. Luego Yahvé Elohim transformó en mujer la costilla que había tomado del hombre y la condujo al hombre. El hombre exclamó entonces: “Ésta [sí que] es esta vez hueso de mis huesos y carne de mi carne. A ésta se la llamará varona, porque de varón ha sido tomada”». (Génesis 2, 21-23).
¿No habíamos quedado que Elohim (no Yahvé Elohim) creó al hombre macho y hembra a la vez? ¿Qué interpretación pueden tener estos dos enigmáticos pasajes?
O bien se está hablando de dos creaciones distintas que se han intercalado en el texto en un lamentable descuido por parte del cronista o, por el contrario, partiendo de la base de que nada de lo que hay en el Génesis obedece a despistes, hay que suponer que nos está transmitiendo alguna clase de mensaje profundo y oculto.
En un principio, el texto parece referirse a la creación de un Adán andrógino por parte de Elohim, con cualidades masculinas y femeninas a la vez, es decir, al Adán integrado y hermafrodita. Pero este Adán no acaba de satisfacer a Yahvé Elohim (una de las diez denominaciones divinas, que sólo aparece en este relato) y separa estas dos naturalezas, crea a un Adán y una Eva con sus dos polaridades esenciales, hombre y mujer. Algunos intérpretes bíblicos ven en esta «operación quirúrgica» el primer acto diabólico de la creación (ya que la palabra diabollein significa «separar»).
Algo que también despista en esta segunda creación es que Eva nazca de una costilla de Adán. Algunos eruditos consideran que es un mero error de traducción. La palabra sumeria ti significa al mismo tiempo ‘costilla’ y ‘dar vida’, interpretación esta última que aclararía mucho más el pasaje. El redactor del Génesis parece que escogió esta segunda acepción, aunque en traducciones posteriores se prefirió la de costilla.
Ahora bien, del análisis de estos textos parece deducirse que hubo varias fases en la creación del ser humano por parte de los Elohim, manipulando los genes del ADN… ¿de homínidos?
La herencia genética
Por regla general, si en la Biblia una historia se repite dos o más veces significa que se está recalcando la importancia de su mensaje. Por eso hay que leer entre líneas cuando en Génesis 5, 2 se nos vuelve a decir: «En el día en que Elohim creó a Adán, a imagen divina le hizo. Varón y hembra los creó y bendíjolos y los llamó con el nombre de Adán (adam = hombre) en el día de crearlos».
Y a renglón seguido podemos leer: «Adán llevaba una vida de ciento treinta años cuando engendró un hijo a imagen suya, a su semejanza, al cual puso por nombre Set». ¿Por qué insistir tanto en lo de «a imagen y semejanza»? La terminología es idéntica a la utilizada para describir la creación de Adán por la divinidad, pero Set nació de Adán mediante un proceso biológico normal: la fertilización de un óvulo femenino por el esperma masculino de Adán. Esta similitud terminológica nos da a entender que podría haber existido un proceso idéntico, es decir, que Adán fue creado por los Elohim gracias a un proceso de fertilización de un óvulo femenino (en una homínido hembra) con el esperma masculino —material genético— de un dios. De hecho, numerosos mitos —como los textos nahualtl, la leyenda eslava o la iglesia mormona— nos hablan del origen del hombre en términos casi cósmicos.
Pero vayamos más lejos. Dejémonos de leyendas y acudamos a la ciencia. El texto bíblico nos indica que en un lugar cerrado, llamado Jardín (de múltiples ubicaciones geográficas), se producen una serie de ensayos genéticos para crear un Homo sapiens lo suficientemente inteligente como para que sirva a los Elohim en sus propósitos. Desde esta perspectiva, sería el «eslabón perdido» que nunca encuentran los antropólogos: el salto definitivo del homínido embrutecido al racional ser humano. Pero si la antropología convencional ha tocado techo respecto a este problema, habrá que acudir a otras disciplinas científicas, como es la genética o antropología molecular, la cual nos corrobora que en el pasado existió algún tipo de mutación genética en una parte muy concreta del planeta: en el «oriente» de África. Para eso, los dioses debieron manipular el ADN de un animal lo más parecido al hombre actual de entre todos los que hubiera en aquella remota época. Hoy sabemos que el ADN (ácido desoxirribonucleico) es el suministrador de la información genética por la que los seres vivos originan otros semejantes a ellos. Por tal razón, si hubiera un sistema capaz de tirar del hilo podríamos llegar hasta nuestros primeros padres. Y ese sistema existe.
Los últimos descubrimientos fósiles y los más sofisticados métodos de investigación confirman la llamada «teoría africanista» sobre el origen del hombre, la cual afirma que nuestros orígenes se concentraron en un solo punto, en el sudeste de África, y en una fecha: hace unos 200.000 años. Esto, al menos, se deducía de un descubrimiento realizado en marzo de 1986 por Rebecca Cann, una especialista en genética que trabajó junto con Alian Wilson, de la Universidad de Berkeley, California. La investigación se basaba en que el carácter genético de cada hijo combina los genes de su padre y de su madre en sus células.
La Eva mitocondrial
Pero hay ciertos genes que están fuera del núcleo de la célula, en un compartimento que se llama mitocondrio, el cual produce prácticamente toda la energía vital de la célula. Por eso se le denomina ADN mitocondrial y tiene una característica peculiar: solo se hereda de la madre, lo que ha dado lugar a trazar arboles genealógicos familiares antiquísimos. Comparando este ADN en las células de personas de todo el mundo se llegó a la conclusión de que todos los seres humanos de hoy descienden de una única mujer —la Eva mitocondrial— que vivió en el continente africano hará aproximadamente unos 190.000 años. Su aspecto físico debió ser el de une mujer musculada, con piel y pelo negro. Por desgracia el profesor Alian Wilson murió en 1991 de una leucemia y su equipo no pudo seguir con las investigaciones, aunque las mismas han avanzado mucho desde entonces, fijándose con una mayor aproximación la fecha del nacimiento de la Eva bíblica.
Por su parte, en 1995 un equipo de genetistas japoneses encabezado por S. Horai analizó la secuencia completa en el cromosoma mitocondrial de tres hombres (un africano, un europeo y un japonés) y la comparó con las secuencias de cuatro primates. El resultado: que la fecha de nacimiento de esta Eva es de 143.000 años, con un margen de error bastante reducido. Esta investigación está considerada como la más completa y segura que se ha realizado hasta hoy sobre el ADN mitocondrial. En otras palabras, sobre los 143.000 años se produjo la «mutación» que dio lugar al nacimiento y expansión del hombre moderno.
La evidencia más controvertida de este estudio reside en el hecho de que la humanidad moderna no es el resultado de evoluciones lentas en diferentes partes del planeta, tal como suponían muchos antropólogos darwinistas, sino que la evolución parece haber ocurrido en un solo lugar y en un corto período de tiempo. Han aparecido en el sur y el este de África cráneos de Homo sapiens datados hace 100.000 años que podrían confundirse con los actuales. Los paleontólogos añaden que varias especies de homínidos (entre Homo erectus, Homo sapiens y Neanderthalensis) coexistieron en el tiempo y seguramente en el espacio. Por tanto, es fácil deducir que fue una especie del Homo sapiens la elegida por los dioses para «fabricar» su Adán y el resto de las especies de homínidos se fueron extinguiendo con el paso de los siglos.
Adán sí esperó a Eva
La genética molecular moderna —y en particular el análisis del genoma humano— han dado lugar a muchas novedades.
Por ejemplo, que el hombre de Neanderthal no es nuestro antepasado directo (como se creía hasta hace poco), tratándose de una especie distinta a la humana, aunque ambas parecen provenir de un tronco común que vivió hará medio millón de años.
Otra novedad bastante sorprendente es que los antepasados que pasaron su genoma al resto de la Humanidad prácticamente se solaparon durante el tiempo evolutivo. Esta última es la conclusión a la que ha llegado un reciente estudio publicado por la Universidad de Stanford, donde se refuta el hecho que la Eva mitocondrial haya tenido que esperar a Adán, como sugerían investigaciones anteriores.
En resumidas cuentas, tanto desde el Génesis como desde la evidencia genética científica más moderna, Adán y Eva surgieron casi al mismo tiempo.
Aceptando entonces que el relato bíblico sobre el asunto —aunque simplista y simbólico— tiene un sustento… ¿quiénes fueron los Elohim responsables de traer al mundo al primer hombre y a la primera mujer? ¿Qué ocurrió desde que se creó al primer hombre anatómicamente moderno hasta los 80.000 años, en pleno Paleolítico, en que se decide a expansionarse por la geografía del planeta?
Estas preguntas mejor las dejaremos para una mejor ocasión.
Por Jesús Callejo.