La civilización mexica mantuvo un calendario agrícola preciso utilizando el Sol y alineaciones de montañas
Un nuevo estudio ha demostrado cómo los ancestrales habitantes del centro de México usaron características específicas de su paisaje accidentado para marcar puntos clave en las estaciones, permitiéndoles planificar la siembra de los cultivos necesarios para mantener viva y saludable a una población próspera de millones.
Antes de la llegada de los españoles en 1519, el sistema agrícola de la Cuenca de México alimentaba a una población extraordinariamente grande para la época. Mientras que Sevilla, el centro urbano más grande de España, tenía una población de menos de 50.000 habitantes, la Cuenca —ahora conocida como Ciudad de México— albergaba hasta 3 millones de personas.
Alimentar a tantas personas en una región con una primavera seca y monzones de verano requería una comprensión avanzada de cuándo llegarían las variaciones climáticas estacionales. Plantar demasiado temprano o demasiado tarde podría haber resultado desastroso. La falla de cualquier calendario para ajustarse a las fluctuaciones de los años bisiestos también podría haber llevado a la pérdida de cosechas.
Aunque los cronistas coloniales documentaron el uso de un calendario, no se entendía previamente cómo los mexicas o aztecas pudieron lograr tal precisión.
Ahora, una nueva investigación de la Universidad de California en Riverside (UCR), publicada en PNAS, demuestra cómo lo hicieron. Usaron las montañas de la Cuenca como un observatorio solar, siguiendo la salida del astro rey contra los picos de las montañas de Sierra Nevada.
«Llegamos a la conclusión de que deben haberse parado en un solo lugar, mirando hacia el este de un día para otro, para saber la época del año mirando el sol naciente», dijo Exequiel Ezcurra, profesor distinguido de ecología de la UCR que dirigió la investigación.
El monte del Dios de la Lluvia
Para encontrar ese lugar, los investigadores estudiaron manuscritos mexicas. Estos textos antiguos se referían al monte Tlaloc, que se encuentra al este de la Cuenca.
El equipo de investigación exploró las altas montañas alrededor de la cuenca y un templo en la cima de la montaña. Utilizando modelos informáticos astronómicos, confirmaron que una larga estructura de calzada en el templo se alinea con el sol naciente el 24 de febrero, el primer día del año nuevo azteca.
«Nuestra hipótesis es que usaron todo el valle de México. Su instrumento de trabajo era la propia Cuenca. Cuando salía el sol en un punto histórico detrás de las Sierras, sabían que era hora de comenzar a sembrar», explicó Ezcurra.
El sol, visto desde un punto fijo de la Tierra, no sigue la misma trayectoria todos los días. En invierno, corre al sur del ecuador celeste y se eleva hacia el sureste. A medida que se acerca el verano, debido a la inclinación de la Tierra, el amanecer se mueve hacia el noreste, un fenómeno llamado declinación solar.
Este estudio puede ser el primero en demostrar cómo los mexicas pudieron medir el tiempo usando este principio, el sol y las montañas como puntos de referencia.
Mejor que los europeos
Aunque algunos pueden estar familiarizados con el «calendario azteca» —ese es un nombre incorrecto que se le da a la Piedra del Sol—, posiblemente la obra más famosa de la escultura azteca utilizada únicamente con fines rituales y ceremoniales.
«No tenía ningún uso práctico como observatorio celeste. Hay que pensar en ello como un monumento, como la Columna de Nelson en Trafalgar Square o el Monumento a Lincoln en Washington, D.C.», dijo Ezcurra.
Aprender sobre las herramientas aztecas que tenían un uso práctico ofrece una lección sobre la importancia de usar una variedad de métodos para resolver preguntas sobre el mundo natural.
«Los mismos objetivos se pueden lograr de diferentes maneras. Puede ser difícil ver eso a veces. No siempre necesitamos depender únicamente de la tecnología moderna», dijo Ezcurra. «Los aztecas eran tan buenos o mejores que los europeos para medir el tiempo, utilizando sus propios métodos».
El observatorio azteca también podría tener una función más moderna, según Ezcurra.
La comparación de imágenes antiguas de la Cuenca de México con las actuales muestra cómo el bosque está subiendo lentamente al monte Tlaloc, probablemente como resultado de un aumento en las temperaturas promedio en las elevaciones más bajas.
«En la década de 1940, la línea de árboles estaba muy por debajo de la cumbre. Ahora hay árboles creciendo en la cumbre misma», señaló Ezcurra. «Lo que fue un observatorio para los antiguos también podría ser un observatorio para el siglo XXI, para comprender los cambios climáticos globales».