MISTERIO

Increíble hallazgo apunta a que los humanos ya vivían en Argentina hace 21.000 años

El descubrimiento aporta la primera evidencia de interacción entre humanos y megafauna en el Cono Sur y sitúa su llegada al continente 5.000 años antes de lo que se creía.

Increíble hallazgo apunta a que los humanos ya vivían en Argentina hace 21.000 años.

Reconstrucción paleoartística del posible evento de desposte. Crédito: Damián Voglino, del Museo de Ciencias Naturales P. Antonio Scasso (Colegio Don Bosco) de San Nicolás, Buenos Aires.

Aunque los arqueólogos pensaban que los primeros americanos llegaron cruzando un puente de tierra que conectaba Siberia con Alaska hace 13.000 años, sitios arqueológicos descubiertos en América del Norte y del Sur en la última década sugieren que los humanos llegaron a la región mucho antes.

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista PLOS One ha dado a conocer el hallazgo de marcas de cortes en los restos fósiles de un gliptodonte conocido como Neosclerocalyptus, un pariente gigante y extinto del armadillo. Estos huesos marcados, encontrados en la región pampeana de Argentina, podrían ser uno de los primeros ejemplos de interacción humana con la megafauna en América del Sur.

Martín de los Reyes, Mariano Del Papa y Miguel Delgado junto a un ejemplar de Neoesclerocalyptus que se exhibe en el Museo de La Plata. Crédito: R. Baridón/CONICET.

El esqueleto incompleto del animal, hallado a orillas del río Reconquista en las afueras de Buenos Aires, incluía partes de la pelvis y la cola, así como una porción del caparazón, placas óseas que cubrían la parte superior del cuerpo del animal. Los investigadores dataron por carbono un fragmento de hueso pélvico en entre 21.090 y 20.811 años, lo que coincidía con las fechas geológicas del sedimento en el que se encontró el animal.

Para determinar si las marcas de cortes fueron hechas por humanos, los investigadores fotografiaron e hicieron escaneos 3D de los huesos del animal. Algunas de las marcas tenían una sección transversal en forma de V, lo que el equipo cree que sugiere fuertemente que fueron hechas con herramientas de piedra para desollar. En total, los autores del estudio contaron 32 marcas de cortes en los huesos del animal.

Marcas de corte sobre los huesos del Neoesclerocalyptus. Crédito: R. Baridón/CONICET.

El equipo descartó otras posibles causas de las marcas, incluyendo carnívoros —cuyas marcas de dientes suelen tener forma de U— y la intemperización natural del hueso, ya que había evidencia significativa de que el cuerpo del gliptodonte quedó enterrado rápidamente después de su muerte, evitando la degradación por el clima o carroñeros.

La ubicación de las marcas de cortes en diferentes áreas del cuerpo revela una secuencia de despiece, concluyeron los investigadores, lo que implica que los antiguos humanos adquirieron —y presumiblemente comieron— una gran cantidad de carne de los músculos de la pelvis y la cola del gigante.

Gliptodonte.

Una ilustración de un esqueleto de Neosclerocalyptus que muestra los elementos esqueléticos con marcas de corte en color azul claro. Crédito: Del Papa et al., 2024, PLOS ONE.

«Es posible que las personas apuntaran a los gliptodontes debido a su tamaño (~300 kilos) y los grandes paquetes de músculo que poseen», explicó el coautor del estudio Miguel Delgado, un paleoantropólogo de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina.

Además de revelar las interacciones entre humanos y megafauna, los resultados de este estudio «retrasan el marco cronológico de la presencia humana y las interacciones humanas con megafauna unos 5.000 años antes de lo registrado en otros sitios del sur de América del Sur», escribieron los autores en su estudio, quienes ahora buscarán realizar más excavaciones en el terreno en busca de las herramientas líticas utilizadas.

El hallazgo tuvo lugar junto al río Reconquista, en Merlo, Buenos Aires.

«Aunque no hemos encontrado ninguna herramienta aún, vale la pena señalar que solo hemos excavado una pequeña porción del sitio, y puede haber más evidencia», concluyó Delgado.

Fuente: CONICET/LiveSci. Edición: MP.