Hallan caracol con pelos atrapado en ámbar por 99 millones de años
Un caracol preservado en ámbar con una franja intacta de cerdas diminutas y delicadas a lo largo de su caparazón está ayudando a los biólogos a comprender mejor por qué uno de los animales más babosos del mundo podría desarrollar esta peluda característica.
Este fósil de molusco, encontrado en el valle de Hukawng de Myanmar (Birmania), tiene líneas de pelos rígidos y minúsculos, cada uno de entre 150 y 200 micrómetros de largo, siguiendo el remolino de su caparazón de 9 milímetros de largo y 3,1 milímetros de alto.
Pero más allá de lo inusual, cabe mencionar que no es el primer caracol peludo descubierto que se une a un club exclusivo de gasterópodos de este tipo.
«Esta es ya la sexta especie de Cyclophoridae de caparazón peludo —un grupo de caracoles terrestres tropicales— encontrada hasta ahora, incrustada en ámbar mesozoico de unos 99 millones de años», detalló la paleontóloga de la Universidad de Berna, Adrienne Jochum.
Tampoco son solo unos bichos raros extintos. Varios caracoles terrestres que aún viven en la actualidad también tienen caparazones vellosos.
Un equipo de investigadores dirigido por el malacólogo Jean-Michel Bichain del Museo de Historia Natural y Etnografía de Francia nombró al animal recién descubierto Archaeocyclotus brevivillosus, —del latín brevis, ‘pequeño’; y villōsus, ‘velloso’—.
De las ocho especies que se encuentran en el ámbar de Myanmar, seis tienen caparazones peludos, lo que sugiere que este puede ser el estado ancestral de estos caracoles terrestres. De hecho, esta pelusa puede haber ayudado a los caracoles en la transición de un ambiente acuático a la vida en la tierra durante el período Mesozoico hace 252 a 66 millones de años, sugieren los investigadores.
Los pelos se forman a partir de la capa más externa llena de proteínas del caparazón del caracol —la piel del caparazón, llamada periostraco—. Agregar pelos a un caparazón les costaría energía a los diminutos animales, por lo que debe haberles dado a estos minúsculos caracoles prehistóricos algún tipo de ventaja selectiva en su entorno tropical para que valiera la pena.
Bichain y su equipo especulan que estos podrían haber incluido la retención de agua y la protección contra la desecación del caparazón, lo que permitió a estos animales ramificarse en nichos de suelo más seco. Y al igual que nuestro propio cabello de mamífero, es posible que la pelusa del caparazón haya ayudado con la termorregulación.
«Las cerdas también podrían haber servido como camuflaje o para proteger al caracol contra un ataque directo de aves acechantes o depredadores del suelo», explicó Jochum. «También pueden haber jugado un papel en la regulación térmica del caracol al permitir que pequeñas gotas de agua se adhieran al caparazón, sirviendo así como un ‘aire acondicionado’. Y finalmente, no se puede descartar que los pelos proporcionaran una ventaja en la selección sexual».
Además de los caracoles peludos, el ámbar de Myanmar ha conservado más de dos mil especies únicas, desde flores delicadas hasta una cola de dinosaurio emplumada exquisitamente conservada, lo que brinda una ventana impresionante a la biodiversidad del período Cretácico.
Es difícil encontrar signos de especies antiguas de los trópicos, dado que las condiciones cálidas y húmedas son ideales para la desintegración y el reciclaje de la materia orgánica. Así que los animales preservados en ámbar llenan algunos de estos vacíos en nuestros registros fósiles, brindando detalles sobre los tejidos blandos e incluso los colores metálicos de los insectos antiguos, que de otro modo se perderían en el tiempo.
El estudio sobre el reciente hallazgo ha sido publicado en Cretaceous Research.
Fuente: Senckenberg. Edición: MP.