El latido del corazón de una ballena azul es grabado por primera vez
El animal más grande del mundo puede sobrevivir con dos latidos por minuto en las profundidades oceánicas.
Cuando una ballena azul se alimenta, pueden saltearse varios latidos, algunas veces hasta 30. Eso es lo que un equipo de biólogos marinos ha descubierto luego de lograr grabar por primera vez el latido del corazón de una de estas criaturas, en la costa cercana a California. Para hacerlo, le colocaron un monitor de pulso a succión en su lomo.
Los investigadores observaron cómo la gigante marina emergía y se volvía a sumergir por un lapso de casi 9 horas, alternamente llenando sus pulmones con aire y su estómago con apetitosos bancos de peces cientos de metros bajo la superficie.
Durante las inmersiones, el corazón de la ballena tiene altibajos brutales, bombeando desde 34 veces por minuto en la superficie del mar hasta solo 2 por minuto en las mayores profundidades —entre 30 y 50 % más lento de lo que se esperaba registrar—.
De acuerdo al nuevo estudio publicado en PNAS, el simple acto de abrir la boca para comer lleva el corazón del cetáceo a sus límites físicos, algo que podría explicar por qué no existen criaturas más grandes que la ballena azul en el planeta.
«Los animales que funcionan en extremos fisiológicos pueden ayudarnos a entender los límites biológicos del tamaño», dijo el autor principal Jeremy Goldbogen, profesor auxiliar de la Universidad de Stanford en California. «En otras palabras: si el corazón de una ballena no es capaz de bombear más rápido durante el esfuerzo requerido en la búsqueda de alimento, ¿cómo podría aguantar el corazón de un animal mayor y proveerle la energía requerida?»
Animales de gran corazón
Las ballenas azules son las criaturas más grandes que jamás hallan habitado los océanos (el dinosaurio Patagotitan mayorum se consagró como la criatura terrestre más grande que haya pisado el planeta, tras su estudio y clasificación en 2014).
Al alcanzar la adultez, la ballena azul puede medir más de 30 metros de largo, más o menos el largo de dos autobuses escolares estacionados uno tras otro. Se requiere de un gran corazón para impulsar una bestia de tal tamaño; y si bien este órgano no es tan grande como para que un humano pueda nadar dentro una de sus arterias, como dice un mito urbano, lo cierto es que ballenas encalladas han permitido recuperar corazones de hasta 200 kilogramos y del tamaño de un carrito de golf.
Los científicos ya sabían que el pulso de estos cetáceos disminuía en el ambiente acuático. Cuando los mamíferos se sumergen, sus cuerpos automáticamente comienzan a redistribuir el oxígeno; el corazón y el cerebro son los que más demandan oxígeno, mientras que sus músculos, piel y otros órganos reciben menos. Esto permite a los animales el mantenerse bajo el agua por más tiempo con una sola inhalación, lo que resulta en un ritmo cardíaco menor que el normal. Esto es tan cierto para los humanos que gustan del buceo como para las ballenas azules, empero, dado el tamaño enorme de la ballena y su capacidad para llegar hasta los 300 metros bajo la superficie, sus corazones son empujados a límites más allá de los nuestros.
Menos a más profundidad
En la criatura estudiada, su máxima inmersión duró 16.5 minutos, alcanzando una profundidad de 184 metros. Por otra parte, nunca pasó más de 4 minutos en la superficie para llenar de aire sus pulmones.
El sensor puesto por los científicos demostró que en las inmersiones más profundas, el corazón de la ballena latió a un ritmo promedio de 4 a 8 veces por minuto, con un mínimo de solo 2 latidos por minuto. «Durante estos latidos tan separados temporalmente, la flexible arteria aorta del animal se contrajo para mantener un movimiento ralentizado de la sangre oxigenada a través del cuerpo», escriben los investigadores.
De vuelta en la superficie, el ritmo cardíaco se aceleró raudamente a entre 25 y 37 latidos por minuto, cargando el torrente sanguíneo con suficiente oxígeno para soportar la próxima inmersión. «En ese momento el corazón de la ballena estaba trabajando cerca de su límite físico», agregan los autores. «Es poco probable que su corazón pueda latir más rápido que eso».
Fuente: Live Science.