MISTERIO

Cuando el Smithsoniano descubrió una ancestral colonia egipcia en el Gran Cañón del Colorado


¿Cruzaron los egipcios el océano para llegar hasta América del Norte hace miles de años? A principios del siglo XX, unos arqueólogos financiados por el Instituto Smithsoniano hicieron tales proclamaciones, asegurando que habían descubierto restos de una civilización oriental dentro de una serie de cuevas en el Gran Cañón, en el norte de Arizona, EE.UU… ¿Es verdad esta historia? ¿Encontraron realmente algo egipcio? Lo analizamos en este artículo.

La historia apareció el 5 de abril de 1909 en la portada del Arizona Gazette. Allí se contaba sobre una serie de extrañas cuevas y artefactos en la sección Cañón de Mármol del Gran Cañón, y que los autores del descubrimiento eran un par de arqueólogos financiados por el Smithsoniano, el Prof. S. A. Jordan y G.E. Kincaid.

Según se lee en la nota publicada:

«Los descubrimientos probarían concluyentemente que una raza habitó estas misteriosas cavernas, cortadas en la roca sólida por manos humanas, y que su origen era oriental, posiblemente del antiguo Egipto de los tiempos de Ramsés. Si esta teoría es confirmada por medio de la traducción de tabletas grabadas con jeroglíficos, el enigma de la gente prehistórica de Norteamérica, su arte ancestral, quiénes eran y de dónde venían, será resuelto. Egipto y el Nilo, y Arizona y el Colorado, estarían enlazados por una cadena histórica que se extendería a épocas que desconcertarían al más imaginativo ficcionista».

Más adelante en el mismo artículo se menciona a un ídolo similar a Buda, con las piernas cruzadas, junto con una gran tumba llena con restos humanos momificados; una verdadera mezcla de cultura egipcia y oriental.

Una región peligrosa de explorar

A pesar que lo remota de esta área del Gran Cañón del Colorado la hace poco accesible a los viajeros, las expediciones de coleccionistas privados no eran algo fuera de lo normal. El mencionado sitio del descubrimiento estaba a solo 67 kilómetros del Cañón El Tovar Crystal, y el artículo de Arizona Gazette señalaba que la entrada a la caverna se encontraba a 458 metros bajo el barranco.

«Se menciona a un ídolo similar a Buda, con las piernas cruzadas, junto con una gran tumba llena con restos humanos momificados».

Ciertamente, la topografía donde se encontrarían estas evidencias de una ancestral conexión intercontinental es más que llamativa, y la historia detrás de ella ha llamado la atención de varios teóricos de las conspiración contemporáneos. John Rhodes, por ejemplo, dice conocer exactamente la ubicación de estas cavernas y que el sitio está custodiado por militares, pues sería un «museo» para las oscuras élites. Pero no solo eso, el famoso David Icke conecta el descubrimiento de Jordan y Kincaid con el mundo reptiliano en su libro The Biggest Secret (1999).

El establishment niega tener conocimiento

De acuerdo al Departamento de Antropología del Smithsoniano, no existen registros de Kincaid o de un profesor Jordan, como tampoco algún documento que detalle los artefactos recogidos durante la presunta expedición. Al ser consultado sobre el asunto, un vocero del instituto dijo:

«Bueno, lo primero que diré, antes de ir más allá, es que no hay artefactos egipcios de ningún tipo que hayan sido encontrados alguna vez en Norte o Suramérica. Por lo tanto, puedo asegurar que el Instituto Smithsoniano nunca ha estado involucrado en tales excavaciones».

Sin embargo, los teóricos de la conspiración sostienen que este instituto llegó al punto de destruir los artefactos hallados para mantener su punto de vista histórico. Entre los ejemplos de este tipo de encubrimiento se citan montículos artificiales con paredes de yeso diseminados por el medio oeste estadounidense y una serie de ataúdes tallados con fuego hallados en Alabama en 1892 que fueron llevados al Smithsoniano para no volver a ser vistos jamás.

La cueva con los objetos orientales, según la historia, estaría en una de las paredes del cañón.

También cabe recordar una serie de esqueletos anómalos hallados en montículos funerarios nativo americanos y que podrían sugerir la existencia de una élite de gigantes que habitaron la región.

Y en cuanto a una ancestral conexión Egipto-América, si bien es cierto lo dicho por el vocero del Smithsoniano, también lo sería que en Egipto se encontraron momias que tenían entre sus vendajes coca y tabaco, dos productos que solo podían venir de Sudamérica…

Falta de evidencias

Todo hace parecer que los susodichos arqueólogos regresaron sin artefactos o fotos de su hallazgo, dejando al artículo de Arizona Gazette como la única evidencia de la expedición. Además, fuera de eso, no existen datos que siquiera apoyen la existencia de un profesor Jordan, y la única referencia extra a Kincaid está publicada en otro artículo del 12 de marzo en el mismo periódico, donde se menciona que se encuentra en Yuma, Arizona, y que es un ávido fotógrafo bien equipado. Esto último ya levanta una gran bandera roja, pues, ¿cómo es posible que alguien interesado en la fotografía no registrara ninguna evidencia gráfica de las supuestas momias o estatuas halladas?

Una posibilidad es que Kincaid, de haber existido, pudo haber trabajado bajo un seudónimo. El periódico menciona que estaba a la caza «del mineral», un eufemismo para oro. Y es que, en 1908, Theodore Roosevelt hizo de la extracción del oro en el Gran Cañón una actividad ilegal, considerando el área como un «bosque nacional». Y tal vez, poniéndonos a elucubrar, llevar un equipo fotográfico a principios del siglo pasado no era algo sencillo en un terreno tan difícil como el explorado.

La otra posibilidad es que la historia sea totalmente un invento de algún editor de Arizona Gazette para vender más números o rellenar espacio en un día de pocas noticias.

Fuente: io9. Edición: Arkantos Khan.





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