Balduino IV, el rey leproso que desafió el poderío musulmán de Saladino
A pesar de su enfermedad debilitante, Balduino IV demostró una valentía y una determinación que dejaron una huella imborrable en la historia del Reino de Jerusalén.
Balduino IV de Jerusalén, conocido como el rey leproso, es una figura fascinante en la historia de las Cruzadas. Su reinado, que tuvo lugar entre 1174 y 1185, fue marcado por su liderazgo militar excepcional y su firme resistencia frente al formidable Saladino, el sultán de Egipto y Siria.
Diagnóstico de lepra
Balduino IV nació en 1161 y desde una edad temprana mostró signos de una condición inusual. Según el historiador Guillermo de Tiro, quien fue su tutor, era un niño activo y enérgico, pero notó algo preocupante durante sus lecciones: Balduino no sentía dolor cuando otros niños le hacían daño físico durante los juegos, una insensibilidad que levantó sospechas sobre su salud.
Guillermo de Tiro realizó una inspección más detallada y descubrió que el joven tenía manchas y úlceras en la piel que no cicatrizaban adecuadamente, diagnosticando así que tenía lepra —conocida en la época como «mal de San Lázaro»—, una enfermedad muy temida y mal entendida.
Debido a la falta de conocimientos médicos avanzados y tratamientos efectivos en la época, la lepra era generalmente una sentencia de aislamiento y sufrimiento. Sin embargo, Balduino, debido a su estatus real, recibió cuidado y atención especial. La noticia de su enfermedad fue recibida con gran consternación en la corte, pero su madre, Agnes de Courtenay, y otros miembros de la familia real y la nobleza, se comprometieron a apoyarlo y protegerlo.
Ascenso al poder
El diagnóstico de lepra tuvo profundas implicaciones para Balduino y para el Reino de Jerusalén. A pesar de su enfermedad, el joven fue educado y preparado para asumir el deber de monarca. Su tutor continuó enseñándole y ayudándolo a desarrollar una mente estratégica y política aguda.
La enfermedad también afectó la percepción pública y las expectativas sobre su reinado. Muchos en la corte y en el reino se preguntaban si Balduino sería capaz de gobernar efectivamente y liderar a su ejército en el campo de batalla, algo que se vio potenciado cuando su padre, Amalarico I de Jerusalén, falleció, dejándole el trono en un momento crítico para el reino cruzado.
Con tan solo 13 años, Balduino asumió su responsabilidad con una madurez y una fortaleza notables que, en poco tiempo, despejarían cualquier duda sobre su capacidad de mando.
Victorias militares
En 1177, Saladino lanzó una invasión hacia el Reino de Jerusalén, aprovechando la ausencia de gran parte del ejército cruzado, que estaba comprometido en el norte del reino. Sin embargo, informado sobre los movimientos del rey musulmán, Balduino IV decidió enfrentarlo antes que llegara a la ciudad santa. Con tal objetivo, organizó sus fuerzas en Ascalón, a unos 50 kilómetros de Jerusalén, y emprendió una marcha forzada para interceptarlo.
Uno de los principios máximos del arte de la guerra es conocer y elegir el terreno de batalla para usarlo a tu favor. El rey leproso lo sabía y, además, dado que sus tropas eran muy inferiores en número, era su única alternativa si quería tener éxito. Así, eligió un terreno que le ofrecía una ventaja táctica: las colinas cercanas a Montgisard.
Cuando el ejército de Saladino, compuesto por alrededor de 26.000 hombres, avanzaba confiado, unos 375 caballeros y un número reducido de infantería lanzaron un ataque sorpresa. La elección de embestir en el momento y lugar precisos permitió a Balduino maximizar el impacto de sus fuerzas más reducidas. Los cruzados cargaron colina abajo, aprovechando el impulso, golpeando con fuerza las líneas desorganizadas de Saladino.
Un elemento simbólico y motivador fue la presencia de la Vera Cruz, una reliquia sagrada que se decía contenía un fragmento de la cruz en la que Cristo fue crucificado. Balduino IV, con esta reliquia al frente de su ejército, logró elevar la moral de sus tropas. La carga fue liderada por el rey leproso en persona, quien, a pesar de su enfermedad, se mantuvo en el frente, inspirando a sus hombres con su valentía y determinación.
El ataque causó pánico y desorganización en el ejército de Saladino. La combinación de la carga sorpresa y la ferocidad de los cruzados rompió las líneas musulmanas. La caballería pesada cruzada, altamente entrenada y disciplinada, explotó esta brecha, infligiendo grandes pérdidas. Saladino intentó reagrupar a sus tropas, pero el daño estaba hecho. Las fuerzas cruzadas persiguieron a los soldados musulmanes, provocando una retirada caótica.
El factor decisivo fue la capacidad de Balduino para mantener la cohesión y el ímpetu de su ataque inicial. A pesar de estar superados en número, la determinación y el liderazgo del momento permitieron a los cruzados mantener la presión hasta desmoronar al rival y obtener una gran victoria.
Relación con Saladino
Lo sucedido en Montgisard no solo salvó a Jerusalén de una invasión inminente, sino que también fortaleció el prestigio de Balduino IV como líder militar. Esta batalla demostró que, a pesar de su terrible afección, podía planificar y ejecutar tácticas militares efectivas, inspirando a sus hombres y desafiando las expectativas.
La derrota de Saladino en Montgisard fue un duro golpe para su reputación, pero solo retrasó sus planes de expansión en la región. Un par de años después, en 1179, el gran sultán se enfrentaría nuevamente a Balduino en la batalla de Le Forbelet; y en 1182, en la batalla de Belvoir. Ambos intentos fueron repelidos exitosamente por un ya consolidado rey de Jerusalén.
Estos enfrentamientos llevarían a que Balduino y Saladino establecieran una relación compleja, mezcla de respeto caballeresco mutuo y antagonismo feroz. El árabe reconocía la capacidad del rey leproso como líder y estratega, admirando el esfuerzo y sacrificio de este no solo en batalla, sino ante la lucha personal con su enfermedad.
Muerte de Balduino IV y consecuencias
La salud de Balduino IV continuó deteriorándose a lo largo de su reinado. No obstante, y a pesar de su condición, siguió gobernando con firmeza y valor hasta que, en 1183, debido a su empeoramiento, designó a su sobrino, Balduino V, como co-rey.
En 1185, con 24 años de edad, el rey leproso finalmente sucumbió a su enfermedad, dejando al joven Balduino V, de solo ocho años, como sucesor.
Tras la muerte de Balduino IV, el Reino de Jerusalén se sumió en una serie de conflictos internos y luchas por el poder. Su sobrino murió poco después, en 1186, lo que llevó a la coronación de Guy de Lusignan, un líder apenas competente.
Esta falta de liderazgo fuerte y unificado permitió a Saladino aprovechar la situación. En 1187, el sultán lanzó una campaña que culminó en la desastrosa batalla de los Cuernos de Hattin, donde el ejército cruzado fue casi completamente aniquilado.
La victoria de Saladino en Hattin abrió el camino para la reconquista de Jerusalén, que cayó en manos musulmanas el 2 de octubre de 1187. Esta pérdida fue un golpe devastador para los cruzados y marcó el fin del dominio cristiano sobre Jerusalén, iniciando una nueva fase en las Cruzadas. La muerte de Balduino IV, por lo tanto, marcó el inicio del declive del Reino de Jerusalén, que nunca recuperó la misma fuerza y cohesión.
Conclusión
Balduino IV de Jerusalén es recordado como un rey que, a pesar de su enfermedad, mostró una notable capacidad de liderazgo y valentía. Su legado no solo es una lección en estrategia militar, sino también una inspiradora demostración de resistencia humana y dignidad frente a la adversidad. Un verdadero ejemplo de cómo la fortaleza de espíritu puede prevalecer incluso en las circunstancias más desafiantes.
Por MysteryPlanet.com.ar.