MISTERIO

Atrapado en ámbar, este puede ser el dinosaurio más pequeño jamás hallado


Esta pequeña rareza prehistórica hallada al norte de Myanmar tiene cerca de cien dientes bien afilados y ojos reptiloides.

Hace unos 99 millones de años, un pequeño dinosaurio antecesor a las aves modernas quedó atrapado en la resina de un árbol, eventualmente, se endureció en ámbar, preservando el ejemplar para la posteridad.

Su cráneo mide solo 7,1 mm de longitud, lo que indica que tenía un tamaño similar al del colibrí abeja, el ave viva más pequeña del mundo, que pesa apenas 2 gramos. De acuerdo a los investigadores, esta nueva especie podría ser el dinosaurio del Mesozoico más diminuto registrado hasta la fecha.

El nombre con el que ha sido bautizado, Oculudentavis khaungraae, refleja sus llamativas características. El cráneo, que muestra un patrón único de fusión entre diferentes elementos óseos, está dominado por una cuenca ocular grande similar al ojo de un lagarto. La cuenca del ojo tiene una abertura estrecha y solo deja entrar una pequeña cantidad de luz, lo que indica que el dinosaurio tenía hábitos diurnos.

Escaneo de tomografía computarizada del ‘Oculudentavis khaungraae’.

Y a pesar de su diminuto tamaño, Oculudentavis no era para nada tímido, así lo evidencian su gran cantidad de dientes afilados, que sugieren que era todo un depredador. Probablemente se alimentaba de pequeños artrópodos o invertebrados, a diferencia de las aves modernas de tamaño similar, que no tienen dientes y toman néctar como sustento.

Interpretación artística del ‘Oculudentavis khaungraae’, un depredador con un centenar de dientes bien afilados en su pico. Crédito: Zhixin Han.

«Tiene más dientes que cualquier otra ave del Mesozoico (época de los dinosaurios) conocida», dijo la coautora del estudio Jingmai O’Connor, profesora de paleontología en la Academia China de las Ciencias. «Incluso tiene dientes en la parte de atrás de la mandíbula, bajo su ojos, lo que sugiere que el animal podía abrir su boca realmente bien grande».

Descubrimiento asombroso

La pieza de ámbar donde se halla el ejemplar fue excavada en una mina de Myanmar (antes Birmania) en 2016, y comprada por Khaung Ra, quien a la vez la donó al museo de su yerno, el Museo de Ámbar Hupoge en China. Posteriormente, el investigador y coautor del estudio Lida Xing, profesor asociado de la Universidad China de Geociencias, le enseñó los escaneos del ave dinosaurio a O’Connor y sus colegas para ayudar a identificarlo.

Durante la vida del pequeño dinosaurio, este volaba entre árboles productores de resina que, en aquel entonces, crecían al borde de las salobres aguas que rodeaban la isla en forma de arco que era Myanmar. Una teoría sobre el tamaño de los animales sugiere que criaturas grandes tienden a «miniaturizarse» cuando evolucionan aislados en una isla, como es en este caso.

Evolución de las primeras aves

Como explica Roger Benson, de la Universidad de Oxford, en un artículo que acompaña al estudio publicado en la revista Nature, el nuevo hallazgo ilustra cómo algunas de las primeras aves evolucionaron de los dinosaurios para convertirse en miniaturas antes de lo que se creía.

El tamaño de Oculudentavis es un sexto el del fósil de ave temprana más pequeño conocido. «Esto indica que, solo poco después de sus orígenes al final del período Jurásico (hace entre 201 y 145 millones de años), las aves ya habían alcanzado su tamaño corporal mínimo. Por el contrario, los dinosaurios más pequeños pesaban cientos de veces más. Comprender cuándo, cómo y por qué los limites inferiores del tamaño del cuerpo cambiaron de esta manera requiere un mayor conocimiento de las primeras aves fósiles y Oculudentavis es un trampolín para esto», estima el investigador.

La preservación del ejemplar también indica cómo el ámbar birmano es capaz de brindar información sin precedentes sobre los tejidos blandos y la anatomía esquelética de animales pequeños que no se conservan bien en otros sedimentos como el barro o la arena debido a su naturaleza frágil. Vertebrados delicados, como lagartos y pájaros, han sido encontrados en el ámbar formado a partir de la resina de las coníferas.

Como dice Benson, «el potencial para el descubrimiento continuo sigue siendo grande, especialmente para animales de tamaños diminutos».

Fuente: Live Science. Edición: ABC.





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