Un «primo» ancestral de los humanos evolucionó con el cambio climático pero no sobrevivió
El descubrimiento de un cráneo de 2 millones de años de antigüedad en una cueva de Sudáfrica está cambiando lo que sabemos sobre uno de los primitivos ancestros de la humanidad, según anunciaron investigadores australianos.
El espécimen fósil recientemente desenterrado pertenece a la especie Paranthropus robustus, un «primo» del Homo erectus, que se cree es un ancestro directo de los humanos modernos.
Los investigadores piensan que este hallazgo es una instantánea única de las transformaciones que el cambio climático puede desatar en una población viviendo bajo estrés ambiental —estimulando el surgimiento de adaptaciones para sobrevivir y hacer la vida más fácil—.
P. robustus, nombrado así por su apariencia robusta y fuerte mandíbula, emergió hace 2 millones de años en lo que hoy es Sudáfrica, y eventualmente se volvió una de las primeras especies en ser descubiertas y estudiadas por los antropólogos de mitad del siglo XX.
Pero, al parecer, no todos los individuos de esta especie eran igualmente robustos, y sabemos esto gracias al espécimen recientemente desenterrado, identificado como DNH 155.
DNH 155 fue hallado en 2018 por un estudiante de la Universidad Trobe de Melbourne, durante una expedición de campo en Drimolen, al norte de Johannesburgo. Y basados en la evidencia fósil desenterrada hasta ahora, no parece seguir los parámetros comunes para su especie.
DNH 155 es significantemente más pequeño que otros especímenes de P. robustus que se han caracterizado como machos, hallados en un sitio cercano llamado Swartkrans. De hecho, la estatura menor de DNH 155 lo acerca más a un individuo hembra, conocido como DNH 7, también encontrado en las canteras de Drimolen.
Pero hay más que geografía que divide estos hallazgos. También está la cuestión del tiempo.
«Drimolen predata a Swartkrans por cerca de 200.000 años, por lo que creemos que P. robustus evolucionó con el tiempo, con Drimolen representando la población más temprana y Swartkrans la última, más anatómicamente derivada», detalla el coautor del estudio Jesse Martin de la Universidad La Trove en Australia.
Cambio climático
En el nuevo estudio, Martin y su equipo enfrentaron a DNH 155 y DNH 7 para proveer una visión del estado primitivo de P. robustus, antes que sucedieran los cambios microevolutivos en el lapso de 200 milenios que alentó las adaptaciones vistas en el conjunto de fósiles de Swartkrans.
Unos de los factores principales que pudo llevar a tal evento de microevolución, piensan los investigadores, es un ancestral episodio de cambio climático que afectó el paisaje del sur de África en aquellos tiempos, en los cuales el ambiente se volvió más abierto, seco y frío.
Estos cambios habrían dejado su marca en muchas cosas, incluyendo en los tipos de alimentos que estaban disponibles para el P. robustus, necesitando morder y masticar vegetación dura —alimentos que no habrían sido sencillos de masticar para DNH 155 y DNH 7, dada la estructura de sus dientes y músculos mandibulares—.
«Al ser comparado con los especímenes geológicamente más jóvenes cerca del sitio de Swartkrans, el cráneo de Drimolen muestra claramente que estaba menos adaptado para comer estos menús desafiantes», explica el antropólogo evolutivo Gary Schwartz de la Universidad Estatal de Arizona.
No sobrevivió
Pero a pesar de estas adaptaciones exitosas que cambiaron lentamente el cuerpo del P. robustus durante 200.000 años, lamentablemente no pudo perpetuarse. La especie eventualmente se extinguió. Alrededor del mismo tiempo en que nuestro ancestro directo, el Homo erectus, emergía en la misma parte del mundo.
«Estas dos especies diferentes, H. erectus con sus relativamente grandes cerebros y pequeños dientes, y P. robustus con su relativamente grandes dientes y pequeños cerebros, representan experimentos evolucionarios divergentes», señaló la coautora y arqueóloga Angeline Leece de la Universidad de La Trobe.
«Mientras nosotros pertenecemos a los ancestros que al final salieron victoriosos, los registros fósiles sugieren que hace 2 millones de años era mucho más habitual ver P. robustus en el entorno que a H. erectus», concluyó.
Los hallazgos han sido publicado en Nature Ecology & Evolution.
Fuente: ScienceAlert. Edición: MP.